Emprender desde el Ser. Hacia una perspectiva espiritual del emprendimiento

Una de las cosas que más me inquietan en la vida es encontrar un lugar donde respirar, un lugar donde pueda ser auténtico, expresarme, crear y volcar todo lo que tengo para dar. Porque trabajar implica transformar, dar forma y sostener el mundo que nos rodea. Es fácil, en este punto, inclinarse a pensar que eso puede hacerse en cualquier lugar, pero la libertad de acción que permite el propio emprendimiento no se encuentra en la mayoría de los empleos. Y en no pocas oportunidades ciertas profesiones o ciertos emprendimientos requieren de condiciones que no están dadas en cualquier parte del mundo. Ese espacio vital para ejercer actividades que son esenciales para nuestro crecimiento personal implican, muchas veces, que tengamos que trasladarnos a otro espacio geográfico. En los emprendedores pasa lo mismo, porque no todos los lugares son propicios para todos los emprendimientos.
El trabajo remunerado es la evolución histórica del cazador-recolector. Hoy realizamos un trabajo, cobramos dinero y vamos a un mercado donde existen alimentos y otros bienes que necesitamos (o no) para nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, existe una dimensión espiritual en el trabajo que tiene que ver con ese espacio más allá de lo inmediato. Porque ¿qué es el trabajo si no la dedicación de tiempo, esfuerzo y talento para la transformación de materia o la generación de servicios para generar recursos económicos pero, a su vez, mejorar el mundo que habitamos? Siguiendo esta línea de pensamiento, podemos pensar el emprendimiento no sólo desde el punto de vista económico y de creación de riquezas, si no como el lugar desde donde se puede crear otro mundo posible. 
Dejemos de lado el salario o las ventas por un momento (sabemos que se mide nuestro trabajo económicamente) y pensemos en el emprendimiento como un lugar en el que agregamos valor a la gente que nos rodea, a la sociedad, al mundo y a nosotros mismos. Porque el emprendimiento, cuando el emprendedor ama lo que hace, permite expandirse, llevar lo que somos hasta el límite y más allá. Y en este sentido, la dimensión espiritual, el «ser» del emprendedor se convierte en «hacer» en el emprendimiento. El emprendimiento es la célula económica orgánica más pequeña y flexible de la que disponemos, lo que permite promover y generar una nueva forma de hacer que implique nuestro estilo, o en otros términos, proyectarnos el ser en el hacer. Bien diagramado, es un espacio vital donde el o los emprendedores pueden crear. Y quizá esa es la razón principal por la que emprender es, para mí, una necesidad. Crear donde antes no había nada, darle estilo al mundo que me rodea, manejar incertidumbre y ofrecer lo realizado como una oferta son las condiciones con las que elijo expresarme. 
Sostengo por esto que los emprendimientos son para los emprendedores ese espacio para expandirse, ese lugar para respirar, crecer y encontrarse, un espacio que es propio porque se hace propio en el proyectar, en el hacer y en el ser. Y cuando el emprendimiento deja de ser un lugar para crecer y para encontrarse, entonces (en mi caso) busco venderlo o disolverlo para armar uno nuevo que me potencie más y que me permita ir más lejos y esto, debe quedar claro, no está siempre (y en mi caso muy poco) ligado a resultados económicos. Porque desde esta perspectiva, mirar al emprendimiento exclusivamente desde los resultados económicos es una mirada pobre y limitada, ya que excluye todas las dimensiones humanas que pueden ponerse en juego en lo cotidiano, excluye la posibilidad de traslador valores y principios, de expresar el «ser» en el «hacer».
Pero todavía queda algo más: el emprendedor también es responsable por generar dentro del ámbito del emprendimiento las condiciones necesarias para que todos los que allí trabajan tengan su espacio de expansión.
Pensemos, para finalizar, en la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si la actividad que realizamos todos los días fuese, además, la actividad que nos permita integrar y desarrollar nuestras inquietudes más profundas?

2 comentarios en “Emprender desde el Ser. Hacia una perspectiva espiritual del emprendimiento”

  1. Buenas, no habia visto tu blog. Me gustaron tus reflexiones, aunque cuidado que emprender no siempre significa buscar un Blue Ocean, pocos lo pueden encontrar, digo por la frase "Crear donde antes no había nada". Aunque si la frase admite cierto margen de interpretación puede ser muy correcta. Y se cae de maduro que Blue Ocen mata a Red Ocean, y lo prefiero! Pero solo sumo un punto de vista más.
    Por Ejemplo: El Gap existente entre lo hecho y lo por hacer en Suiza y en Argentina es completamente diferente (obviamente más grande en Argentina, lo que deja ver que aquí hay mucho por hacer), lógicamente acá podemos copiar muchas cosas, con lo cuál no necesariamente hay que reinvetar la rueda: MercadoLibre por ejemplo, ha hecho un aporte significativo a la región al permitir que mucha gente pueda vender lo que ya no quiere, y también al aumentar la competitividad y hacer que la gente pueda pagar precios menores al aumentar la oferta (potenciada por la red).
    Digo, tal vez se puede vivenciar de la misma manera, con la misma pasión, ayudando a la comunidad e inclusive generando revenues sin inventar la rueda, sino el 99,5% de la población se muere de angustia. Saludos.-

    1. Gracias por tu aporte. Me permite ver que hace falta una aclaración. Cuando hablo de "crear donde antes no había nada", no hablo de hacer algo completamente nuevo, si no que donde había un espacio por ocupar, un vació o una oportunidad, se crea un emprendimiento donde antes no estaba.
      Saludos

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