Equipos Sin Drama

Un equipo debería ayudarte a sacarte cosas de la cabeza, pero no siempre es así.

Pasaron algunos años desde que me di cuenta de que no sabía cómo gestionar un equipo hasta que supe hacerlo.

La historia comienza un día de verano por la tarde, cuando estaba al frente de mi primera empresa.

Estaba anocheciendo y yo estaba cerrando la oficina, apagando el aire acondicioando.

Había dejado todo listo para que, al día siguiente, nada se detenga por mi falta de acción, sobre todo teniendo en cuenta que no iba a llegar temprano. Terminé agotado, pero con las tareas resueltas.

Al otro día volví, casi al mediodía, y me quedé congelado.

Sobre la mesa de entrada estaba la documentación que había dejado. No se había enviado. Al costado, una factura que debía pagarse personalmente antes del mediodía.

Entro a mi oficina: una nota diciendo que no se había podido avanzar con un ordenamiento documental porque faltaban sobres y cajas.

Era uno de esos días en los que el estrés llega a la cima, así que precipité las cosas y pasé a preguntar por el seguimiento de propuestas comerciales. La respuesta ya no me sorprendió: llevaba dos días de atraso.

Reviso las cuentas: no se habían pagado las contribuciones sociales.

Estoy por romper algo y gritarle a todo el mundo, pero logro calmarme y dar las indicaciones.

«Hay un problema de base que tengo que resolver», me digo. Tengo un equipo que realiza actividades y obedece instrucciones, pero no puedo delegar un proceso. Me veo como un maestro de jardín de infantes.

Subo al auto de la empresa para irme. Estaba a punto de estallar.

Entonces noto que el guardia lo había usado por la noche (tenía controlado los kilómetros, porque ya sospechaba).

En ese momento de frustración máxima, de sentirme traicionado, me repetí todas las frases que, luego, escuché mil veces como consultor:

• “Si no estoy encima de las tareas, mi equipo no funciona”
• “Ya lo dije mil veces”
• “Si tengo que hacer mi trabajo y el de ellos, alguien sobra”
• “No sé qué hacer para que entiendan lo que necesito”
• “No es viable si tengo que controlar todo”
• “Me cansé, que hagan lo que quieran”
• “Vendo todo y me dedico a otra cosa”

Pensaba que solo era mi equipo, que eran malintencionados, estúpidos, vagos… o todo junto.

El tiempo me demostró que estas situaciones son más comunes de lo que pensaba. Que sin las herramientas adecuadas, todos los equipos se desordenan, pierden el rumbo y se les pasan cosas.

La diferencia entre un equipo que sabe lo que tiene que hacer y ejecuta en tiempo y en forma y un equipo que no lo hace, se refleja en la calidad, en costos y  en demoras.

Si esto te pasa, entonces lo que sigue te va a interesar.