La idea de salir de la zona de confort se convirtió en un mantra. Hay que salir de la zona de confort. Siempre. No está claro por qué este recurso que usamos en el coaching ontológico impregnó tanto en cualquier persona devenida en motivador o, por qué no, en un coach ontológico.
Salir de la zona de confort tiene su significado claro. Vos te movés en un espacio seguro, de comodidad, en el que no se toman riesgos y donde sabés cómo desenvolverte. El problema es cuando surgen nuevas cosas por hacer que no están pasando. Cuando querés convertirte en un mejor director de tu empresa, por ejemplo, terminar una tesis o, simplemente, bajar unos kilos que te sobran. El resultado que estás buscando no está pasando en el espacio en el que te movés. Para conseguirlo, necesitás hacer cosas nuevas y diferentes a las que hacés cotidianamente y eso genera distintos grados de incomodidad. Ahí es donde se vuelve clave salir de donde estás.
Pero si estás cómoda o cómodo, si te gusta lo que pasa con tu vida, si estás conforme con este espacio de seguridad y tranquilidad que encontraste o construiste: ¿por qué saldrías de la zona de confort, entonces? Se llama así por algo, porque nos permite manejarnos sin mayores conflictos. No hay motivo para salir porque sí.
El problema en la zona de confort es que las acciones y pensamientos se convierten en hábitos y se fijan muy fuerte con el tiempo. En cuanto queremos cambiar esta situación, entonces nos enfrentamos a la dificultad e incomodidad de hacer cosas diferentes para conseguir otros resultados a los que estábamos consiguiendo.
Siempre que alguien te diga que salgas de tu zona de confort, preguntate por qué lo harías y que estás buscando. Si no hay desafíos nuevos que quieras realizar, si no hay situaciones nuevas que quieras que sucedan o si lo que hacés te está llevando a donde querés estar, entonces, no salgas de tu zona de confort. Si estás ahí, también es por algo.