Cuando juego Preguntados, me encuentro con una disyuntiva permanente: o bien me dedico a jugar o bien me dedico a corregir casi todas las preguntas que me tocan contestar. Claro que jugar es infinitamente más divertido que corregir, pero el espanto que me producen algunas preguntas me obligan a pensar que nadie las revisa, que los correctores no están atentos o que quiénes crearon las preguntas no fueron a todas las clases de lengua, filosofía o matemática.
Esto me sucede con casi todas las noticias que leo y con casi todas las miradas políticas y sociales de Facebook. Hay faltas tan groseras que me parece extraño que alguien las considere como algo más que entretenimiento, al mismo nivel que un programa de chimentos. Buen entretenimiento, claro. Si alguien se pasa una hora leyendo noticias al día es porque está bien entretenido. Lo complicado de esto aparece después, cuando sugerís a un kirchnerista que hay elementos para sospechar que el saldo de la década ganada se parece más a un empate o a una pérdida, o cuando avisás al macrista que hay evidencias como para pensar de que los pobres la van a pasar cada vez peor y que la clase media va a seguir desapareciendo. No significa que sea cierto. Significa que es probable que tengamos que suspender el juicio (como los escépticos), seguir indagando, estar atentos a nuevas a datos duros o construir caminos que lleven a donde queremos ir.
Si excluimos a los periodistas (ellos construyen las noticias como les conviene), encuentro que la mayoría de la gente opina de buena fe y piensa que hay progreso en las ideas que sostiene. Todas los domingo empiezo una página en blanco para explicarle a Rubén que el gobierno no produce nada (o muy poco) y que el 62% los ingresos vienen de recaudar impuestos derivados del consumo. Que no es tan simple hacer obras públicas a lo tonto porque después hay que sostenerlas, lo mismo que pasa si él se compra un 0km porque le alcanza para el plan pero después no le alcanza para la patente, el seguro y la cochera. O contarle a Antonella que el plan emprendedor del intendente no es sólido estructuralmente porque donde quiere instalar a los emprendedores no llega el gas natural, no tiene cloca y tampoco hay internet. O decirle al gobernador que si quiere ayudar a los emprendedores, que les pague en tiempo y forma y que deje de financiarse con las pequeñas empresas. O comentar en la radio que, como mínimo, es gracioso que el dueño de un medio hable de periodismo independiente y de que un periodista a sueldo diga que no se calla nada.
También, todas las semanas, me detengo a la mitad porque después de escribir y publicar lo que pienso tengo que seguir escribiendo para responderle al que sostiene que soy un facho recalcitrante, al que me acusa de zurdo sucio e ignorante, a un paracaidista que me critica por cínico antidemocrático, al que grita que los presos están libres por gente que piensa en las garantías como yo, al kirchnerista que habla de que la patria es otro siempre que no sea un hijo de puta liberal, al macrista que dice que el comunismo no funciona porque fracasó en Cuba, al empleado que me dice explotador, al dueño de empresa que me dice forro pro-operario, al empleado público que me dice vago, y así con cuanta gente que despacha juicios y opiniones como despachan heces, de los que odian el imperialismo pero van colonizando el mundo con sus pensamientos neoarcaicos.
No estoy seguro de saber más de economía que la media. Sí estoy seguro de que leo entre líneas, reviso los datos y conozco de gestión más que la media. Hoy, cansado de esa falacia torpe entre izquierda y derecha en la economía argentina, escribo suspirando anticipadamente por las críticas que voy a recibir. Sobre todo si estamos pensando en un país como el nuestro, que NUNCA dejó de trabajar con dinero, crédito y una lógica liberal, la misma que usamos desde antes de convertirnos en Argentina. Aunque hubo matices, intentos de cambio y parches, la lógica liberal se mantuvo con sus préstamos, billetes, monedas y bolsa de valores.
Toda la recaudación de un gobierno va a parar al tesoro, ya sea nacional, provincial o municipal. Y ese dinero no viene del aire, viene fundamentalmente de impuestos a actividades económicas. En el gobierno nacional, el dinero ingresa en su mayor parte por IVA y Ganancias. IVA es un impuesto al valor agregado que lo termina pagando el consumidor. Cuando comprás un auto, una computadora o un paquete de yerba. En otros términos: si no comprás, no pagás IVA. Si compras en negro, tampoco. El impuesto a la ganancia lo pagan personas físicas (vos, yo, cualquiera) que gana dinero por encima de un monto estipulado por ley y también lo pagan personas jurídicas (una empresa, por ejemplo) que ganan dinero. De manera que si no hay consumo o las empresas y la gente no gana plata, el Estado se funde. Así de sencillo. La pregunta obvia es: ¿puede ponerse un gobierno en contra del sistema? La respuesta también es sencilla: no. La única forma de ponerse en contra del sistema es trabajar en un sistema diferente al liberal. Pero de este sistema los mismos gobiernos se benefician ya que cobran sus sueldos y las empresas pagan las campañas políticas. ¿Ves cómo funciona? Entonces, cuando alguien dice que su gobierno es de izquierda, miente. La izquierda, estrictamente hablando, trabaja con un sistema económico que no es el liberal. Pero esto no sucede en Argentina. Cuando alguien dice que es de izquierda, dice que utiliza el dinero público con fines más sociales (escuelas, hospitales, subsidios, etc.). Cuando se dice que es de derecha, lo que hace es utilizar el dinero público para inyectarlo en el mercado y generar más actividad económica (a través de crédito, rutas, mejoras de infraestrutura, etc.) y ocuparse lo menos posible de las cuestiones sociales. Busca (no lo consigue) que la gente tenga su dinero y pueda pagarse sus servicios educativos y de salud, entre otros. En todos los casos, reciben el dinero de impuestos. La diferencia entre izquierda y derecha, en Argentina, está en cómo utilizan ese dinero. En ninguno de los dos casos se salvan de los pobres, de la miseria y de recaudar.
En Argentina, manifestarte a favor de la izquierda está bien visto. En USA, expresar tu simpatía por la izquierda puede traerte muchísimos problemas. ¿Qué es más convienente? Esto lo dejamos para otro día.