Todos los días trabajo con personas que dirigen o son propietarias de empresas. Algunas tienen un pensamiento emprendedor y otras tienden a pensar como empresario. Cuando hablo de emprendedor me refiero a quienes arrancan de abajo, cuidando cada centavo y evitando cualquier pérdida que los deje fuera de combate. Cuando hablo de empresario, hablo de alguien que tiene un negocio funcionando con cierta regularidad de facturación y de operaciones.
Hay una tercer forma de pensar y es pensar como empleado. Dirigir un emprendimiento desde esta mentalidad es un problema bastante serio y no lo voy a abordar en este artículo
Es lógico que en dos etapas diferentes pienses de maneras diferentes. Como emprendedor mirás desde una perspectiva que se agota en el tiempo y necesita un cambio de horizonte. Como un motor que llega al máximo y lo seguís acelerando: solo lográs romperlo.
En el modo emprendedor los pasos son lentos, de a uno por vez. Conocés la escasez, cuidás la moneda, manejás las redes, los clientes y los proveedores. Hacés cualquier cosa que deba hacerse porque sabés que si sale mal caés a la lona.
Pero un día, ya no alcanza. El negocio que se inició con un crecimiento lento, traccionado a sangre y con resultados minúsculos ahora tiene cierta autonomía, clientes regulares y facturación estable. Empezás a colapsar. Se te pasan los pagos, los cobros, dejás las mejoras para otro momento que nunca llega y estás al límite cada día. Cambió el ritmo pero vos no cambiaste y llegaste al techo.
Los problemas típicos: ¿contratar gente o seguir así hasta vender más? ¿para qué invertir en marketing si estoy al tope operativo? ¿las ventas de los próximos meses serán igual de regulares y podrán absorver los costos de un nuevo equipamiento?
Viene la parálisis. Seguís igual porque no sabés qué hacer. Mantenés lo mismo porque no te imaginás como es el próximo paso ni cuáles pueden ser las consecuencias. En resumen, si no hacés nada vas a seguir igual y si hacés algo la podés pasar peor. Te falta pensar como empresario.
Y digo algo que es polémico para los no entendidos: dirigir una empresa pequeña es más difícil que ser gerente en una empresa consolidada. En una empresa consolidada los sistemas están diseñados para que las decisiones no planeadas sean menores. Hay softwares, jerarquías, manuales, protocolos, sistemas de contingencia y una larga lista de etcéteras que reducen el riesgo.
El gran desafío de las empresas es gestionar la incertidumbre externa de tal manera que hacia el interior parezca que no existe tal incertidumbre. Nadie quiere trabajar en una empresa montaña rusa.
La clave para dar el salto está en sistemas, indicadores y ejecutores. Con aprendizaje y seguimiento, en pocos meses la situación cambia. Con constancia, la situación cambia para siempre.
Tengo dos noticias buenas y tres malas. Las buena: a pensar como empresario y a ser empresario se aprende. Digo más: aprender a manejar una empresa es más fácil que aprender a emprenderla.
Las malas noticias:
- No puedo enseñar y entrenar por este blog
- Tengo muy poco tiempo para hacerlo en consultoría privada
Peso armé un ciclo de 8 talleres para pensar como empresario y ejecutar desde ese lugar. Un ciclo para Observar desde otra perspectiva que te permite, paso a paso, pasar de la empresa que tenés a la empresa que querés. ¡Nos vemos adentro!